Familia

Nuestro tercer bebé: un duelo de la mano de Dios

Cuando perdimos a nuestra tercer bebé, aproximadamente a las 8 semanas de gestación, a pesar de ser una experiencia dolorosa, pudimos encontrar el acompañamiento amoroso de nuestro Padre Dios a través de las personas que puso en nuestro camino. Sabemos, en la riqueza de nuestra fe, que Dios puede transformar nuestro dolor en algo fructífero y que ese dolor no es en vano, así lo hemos notado desde entonces.

Ahora tenemos una motivación más para llegar al cielo. Me gusta imaginar cómo será ese día en que nos encontremos con nuestra bebita.

A veces pensamos que de alguna forma Dios nos estuvo preparando para este momento. Unos años antes, una amiga pasó por una experiencia similar; entonces encontré un libro para ayudarle a buscar consuelo, pero no quise dárselo sin antes leerlo. El título es After Miscarriage: A Catholic Woman’s Companion to Healing and Hope (Después del aborto espontáneo: acompañamiento en la sanación y esperanza para la mujer católica).

No puedo más que recomendar este libro ampliamente; es bellísimo, lleno de sabiduría, amor y verdadero acompañamiento. Tiene algo para todos: testimonios, poemas, información y muchos recursos útiles. Siento que ese libro cambió algo dentro de mí y me hizo ver a los demás de una forma mucho más humana. Este es un ejemplo de libro que causa impacto positivo en quienes lo leen.

Otros dos sucesos previos claves fueron los siguientes: la asistencia de mi esposo a una plática informativa sobre los servicios de los cementerios católicos de nuestra arquidiócesis. Ahí él quedó conmovido al saber que al atravesar por un aborto espontáneo estos servicios no tienen costo. Y por último, enterarnos de un grupo de apoyo en una parroquia. El grupo se reúne una vez al mes con personas que han pasado por este tipo de pérdidas. Pensamos que era muy necesario, pero no nos imaginamos que pronto seríamos parte de ellos.

Toda esta serie de eventos sin duda nos prepararon para vivir nuestro duelo de la mano de Dios y saber acercarnos a las personas correctas. Tuvimos la bendición de contar con el acompañamiento de nuestra familia de la Iglesia (al no poder contar, por la distancia y confinamiento, con nuestra familia de sangre). Contamos con el apoyo de la casa funeraria que se encargó de los restos de nuestra bebé y todo el papeleo. Siempre nos trataron con mucha empatía a nuestra bebé, con la dignidad de hija de Dios. Del personal del cementerio recordamos su trato cálido y respetuoso. Agradecemos por la vida de cada uno de ellos y por el regalo de un bello funeral. Cada persona que nos ayudó era Dios mostrándonos un poco de su inmenso amor, pudimos sentir la presencia y el abrazo de Dios a través de ellos y nunca perder la paz a pesar del dolor.

Si necesitas ayuda para enfrentar la perdida en un aborto espontaneo no dudes en contactar a tu parroquia. También encuentra información este link, no importa el área o país donde te encuentres, ellos te pueden ayudar a encontrar algo local. Por último, no dudes en contactarme directamente si no encuentras la ayuda que necesitas.

“Cuando tengo miedo, pongo en TI mi confianza” Salmo 56:3